Construido por los
amos de Creta a partir de 1700 antes de nuestra era, los edificios conocidos
bajo el nombre de palacio de Cnossos, con sus innumerables piezas y corredores
entrelazados, conforman ciertamente el laberinto que la leyenda atribuye al
Minotauro. Pero, ¿qué es lo que encierra la leyenda del Minotauro? Y el
«palacio» ¿lo era verdaderamente? Hasta fines del siglo XLX no se sabía acerca
de Creta antes de la colonización griega más que lo que sus escritores antiguos
contaban. Los relatos giran en torno al Laberinto y comienzan con Dédalo, su
supuesto arquitecto. Este, originario de Atenas, se vio forzado a exiliarse por
haber dado muerte a su sobrino.
Se refugió en Creta,
donde el rey Minos, hijo de Zeus y de Europa, le pidió construir un edificio
para encerrar en él al Minotauro. Esta criatura según el mito era mitad toro y
mitad humano, fruto de los amoríos de la reina Pasífae y un toro blanco. Dédalo
diseña entonces el complejo laberinto cuya salida nadie puede encontrar. Por no
haber complacido al rey, es encerrado allí junto a su hijo Icaro y solamente
pueden evadirse por los aires.
Más tarde, cuando
Minos vence a Atenas, la ciudad conquistada debe entregar en tributo siete
varones jóvenes y siete doncellas cada año. Las victímas son encerradas en el
Laberinto y sacrificadas al monstruo hasta el día en que el héroe Teseo mata al
Minotauro. Gracias al hilo de Ariana, hija de Minos, el vencedor puede salir
sin dificultad de los inextricables corredores.
A partir de 1894, el
arqueólogo sir Arthur Evans recorre la isla buscando huellas de este período
olvidado. Bajo los restos griegos y romanos, encuentra numerosos testimonios de
la civilización minoica. A partir de 1900, Evans emprende las excavaciones en
el palacio de Cnossos. Estas no tardan en dar frutos.
Muy pronto, saca a
luz una profusión de salas y de corredores que permiten aclarar las leyendas
desde una nueva perspectiva: una arquitectura tan compleja es, sin duda alguna,
el origen de los relatos mitológicos sobre el Laberinto. Además, se encuentran
numerosos frescos y esculturas que representan toros. Pero, ¿por qué gozó de
pronto el palacio de tan mala reputación? Quizás porque en realidad no se
trataba de un palacio sino de un santuario, donde las víctimas eran inmola
das,' o ¿de un lugar sagrado que servía de cementerio?
En efecto, algunos
arque6logos cuestionan que este gigantesco edificio desenterrado en Cnossos
fuese un palacio destinado a ser habitado. Destacan que el sitio escogido no es
apropiado para un palacio: expuesto, difícil de defender, no está construido de
acuerdo al espíritu de una época en la que griegos y piratas egeos efectuaban a
menudo ataques en el Mediterráneo. Además, existen pocas fuentes de agua en
tomo al palacio, por lo que el aprovisionamiento de agua para una gran
población hubiese presentado problemas.
Las salas que fueron
denominadas al principio departamentos reales, debido a los objetos allí
encontrados, son de hecho subterráneos húmedos, desprovistos de ventanas,
Cuesta imaginarse que un soberano hubiese escogido deliberadamente instalarse
allí. Por último, el palacio no posee ni cocinas ni caballerizas, lo que es
inconcebible para un edificio de esta importancia. Según el arqueólogo alemán
Hans Georg Wunderlich, el palacio habría sido un inmenso mausoleo destinado a
recibir a los muertos y, con toda seguridad, no fue jamás habitado. Las grandes
vasijas de tierra, que habrían contenido supuestamente grano o aceite, son
tumbas en donde se hablan conservados los cadáveres en miel.
Asimismo, los silos
de piedra son sarcófagos y las canalizaciones una instalación que permitía
llevar los fluidos necesarios para embalsamar los cuerpos. Esta seductora
cripta haría del mítico Minos una figura alegórica de la muerte, evidentemente
terrible. Tal explicación se topa con un obstáculo importante: no se han encontrado
restos humanos, ni cenizas ni esqueletos entre las ruinas del edificio. Pero
las excavaciones prosiguen y Cnossos nos entregará quizás algún día todos sus
secretos
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